Actualizado 29/08/2016 03:28

Ruth Buendía: "El Gobierno dice que nos reconoce, pero no nos garantiza la paz en nuestro territorio"

INDÍGENA PERUANA, RUTH BUENDÍA
Foto: EUROPA PRESS

MADRID, 25 Oct. (EUROPA PRESS - María Fernández Sánchez) -  

   Para llegar a ser la líder de su comunidad, la indígena Ruth Buendía, hoy representante de la castigada etnia de los 'asháninkas' del Río Ene, en la Selva Central de Perú, no ha tenido una vida fácil; cuando era niña su pueblo estaba sometido a la voluntad de la guerrilla de Sendero Luminoso y, tras el asesinato de su padre, con sólo doce años, decidió rescatar a su madre enferma y a sus hermanos y huir en una balsa precaria por el peligroso Río Ene. Logró esapar.

   "Es un don que tengo. Mis dioses me han escogido", señala Ruth cuando se le pregunta por su liderazgo en una cultura profundamente patriarcal, pero también destaca que su experiencia personal la ha marcado. "Ahora que estoy fuera de todo aquello creo que en ocasiones he necesitado ayuda por parte de las instituciones del Estado y no la he tenido. Quiero que mis hijos y mi comunidad sí la tengan", indica Ruth Buendía en exclusiva al portal Notimérica.com, de la agencia de noticias Europa Press.

   La  líder, al frente de la Central Asháninka del Río Ene (CARE) lleva toda la vida luchando, pero le quedan muchos retos. "Queremos vivir bien, dignamente", asegura, y es que en su comunidad no hay agua potable, ni atención sanitaria suficiente y la desnutrición crónica llega a ser de un 82,7 por ciento, según explica.

   "La gente muere por infecciones urinarias y hemorragias vaginales. Cuando los partos se complican hay que hacer un viaje en bote de 8 o 10 horas y luego llegar por tierra hasta Satipo, donde a veces no hay medicinas suficientes, y de ahí a la ciudad de Huancayo o a Lima. Las mujeres mueren por el camino", narra Ruth.

   Víctimas de las disputas violentas entre Sendero Luminoso y el Movimiento Revolucionario Túpac Amaru (MRTA) en la Sierra Central, durante la década de los 80 e inicios de los 90, miles de 'asháninkas' fueron asesinados, apresados o acabaron siendo desplazados, pero según Ruth Buendía, el Gobierno de Perú no han reconocido la masacre ni han logrado reparar las terribles consecuencias. Veinte años después, "el pueblo está resentido por lo que hemos sufrido", aclara.

   "Ahora el Gobierno dice que nos apoya, que nos reconoce, pero no nos garantiza la paz en nuestro territorio", dice la activista, porque para ella las palabras están huecas si en realidad no se atienden los derechos básicos que su comunidad reclama.

   "Lo que queremos es que se nos reconozca un territorio pacífico, que el Estado intervenga en nuestra zona de manera más eficiente y que nos concedan una diputación a la Cuenca del Ene", exige Ruth, que indica: "Nosotros, como 'asháninkas' nos sentimos peruanos. Queremos que el estado nos incluya".

   Actualmente, los 'asháninkas' siguen estando amenazados. Bien sea por los nuevos repuntes de Sendero Luminoso, por el narcotráfico, por las migraciones de colonos o por los grandes proyectos petroleros o de centrales hidroeléctricas que amenazan los recursos naturales en los que sustentan su forma de vida.

   Según la líder indígena, el proyecto gubernamental VRAEM, que busca pacificar los departamentos de Ayacucho, Huancavelica, Cusco y Junín, se basa en "la implemetación del Ejército y la construcción de vías", aunque  "la militarización no le interesa" a su pueblo, que tampoco está preparado para aprovechar unas carreteras que traen "la amenaza de que las migraciones vengan a ocupar las áreas" donde se encuentran. "El Gobierno no lo entiende", señala.

ALGUNAS VICTORIAS

   Los 'asháninkas' en sus reclamos por resguardar el medio natural donde viven de amenazas externas han conseguido algunas victorias, al menos por el momento. "Nos opusimos a la empresa argentina 'Pluspetrol' por sus antecedentes, tienen una historia contaminante", incide Ruth, que indica que han logrado paralizar el proyecto en la zona del Río Tambo, pero que en otros lugares del departamento de Junín la empresa está entrando porque "dividen a la gente, sobornan a los jefes de las comunidades con su plata".

   "El Estado necesita que otras empresas extranjeras inviertan y aporten ingresos, pero no nos están consultando y no nos comunican nada", dice la líder en referencia al proyecto de la central hidroeléctrica que una empresa brasileña pretendía llevar a cabo en el territorio de la comunidad.

   "Estaba previsto cerrar el cruce del río y crear una laguna artificial. Todo esto repercutiría en el auto-sostenimiento de las familias porque el agua estancada podría crear putrefacción, se podría inundar la zona" resalta Buendía.

   Pero lo peor para la líder 'asháninka' es que ni siquiera se les había dicho "a donde" se tendría que desplazar su gente y que cuando solicitaron información sobre el proyecto el Ministerio de Energía y Minas se negó, aunque legalmente las comunidades indígenas deben ser informadas de este tipo de planes."Los funcionarios de este Ministerio son unos déspotas y creen que pueden hacer lo que les dé la gana, atropellando los derechos de los pueblos indígenas", enfatiza Ruth.

   Ante la negativa de suministrar información, los 'asháninkas' acudieron a la Corte Interamericana de Derechos Humanos, que les dio la razón en sus reclamos. "Este proyecto está parado. Es cierto que se ha retirado la empresa brasileña, pero también es cierto que otras empresas pueden están interesadas", resalta la líder dando a entender que la lucha no ha terminado.

SIN SENSIBILIZACIÓN

   "Perú no está sensibilizado sobre los pueblos indígenas", apunta Ruth, que comenta el gran desconocimiento que tiene este país sobre los pueblos originarios ya que mucha gente, la mayoría en Lima, la capital, "ni si quiera sabe que existen los indígenas de la Amazonía y la Sierra Central".

   "Hay mucho racismo en los puestos públicos -en la política-, pero en cuanto a la sociedad es un problema de desconocimiento", señala la activista.

   Por el momento, Ruth reconoce que su tarea es ardua como líder, luchadora a favor de los derechos de su comunidad, sobre todo teniendo que cumplir con sus responsabilidades como esposa y madre de cinco hijos. "Estoy estudiando Derecho", dice, confesando que aún le faltan conocimientos teóricos sobre asuntos legales, al tiempo que, como si se sintiera en la obligación, añade: "Tengo que fortalecer mi liderazgo".